25 Ene La importancia de la accesibilidad en los baños
El concepto de accesibilidad debe estar presente, necesariamente, en los baños públicos y privados, permitiendo, como su propio nombre indica, el acceso a sillas de ruedas y, por tanto, a personas con una movilidad limitada que necesitan el espacio suficiente para maniobrar en algo tan común para todos como es poder ir al baño, lavarse y ducharse.
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Para que se cumplan perfectamente todas las características que permitan esta acción tan normal en cualquier ser humano, es necesario que se cumplan ciertos requisitos referentes al espacio y la situación de aquellos instrumentos que se van a utilizar.
Lo primero a tener en cuenta es la disponibilidad de este tipo de baños. Al mencionar algo como “accesible”, se hace hincapié en la normalización de una determinada situación. Por tanto, un baño accesible ha de estar integrado en los baños orientados a ambos sexos. Colocar un baño aparte, destinado para personas con dificultad de movimiento, no es lo recomendable.
¿Cómo deben distribuirse los baños destinados a personas con discapacidad?
Lo primero que se debe mostrar es el símbolo internacional de accesibilidad. Debe aparecer además la palabra “baño” y, en su caso, puede ir acompañada por el adjetivo “accesible”.
La puerta de acceso ha de ser lo suficientemente ancha para que quepa una silla de ruedas. El ancho de la misma debe tener como mínimo 80 centímetros. Para poder abrir sin dificultad se requiere un herraje de sencilla manipulación, ya sea pulsado o en forma de palanca. Hay que evitar aquellos que supongan girar la muñeca, ya que se hace más complicado ante ciertos problemas de movilidad.
Dentro del baño, para que una silla de ruedas pueda maniobrar, se requiere un espacio de al menos 1,5 metros cuadrados. El inodoro no debe superar la altura de 48 centímetros, precisando un espacio lateral de 80 cm cuadrados que permita transferirse al mismo. Lo mejor es facilitar dicha transición a ambos lados del inodoro. Del lado que se haga la transferencia debe haber una barra abatible. Estas barras son de uso múltiple; no solo ayudan a la persona a desplazarse hasta el inodoro, sino que suplen los servicios de portarrollos y portatoallas, si requiere el caso. Ambas barras deberán estar situadas a unos 35 centímetros del inodoro, sin superar los 75 cm de altura.
Es imprescindible que la cisterna esté alta, para evitar que el usuario pueda golpearse la cabeza mientras realiza maniobras.
Instalar un sistema de alarma cercano al área del inodoro puede ser una buena idea. Se pueden dar casos de caídas en los que el usuario necesite el apoyo de un tercero. Los sensores especializados en caídas son de gran utilidad y muchas veces recomendados en estos casos.
En lo referente al lavabo, será imprescindible que sea suspendido con esquinas redondeadas. En ningún caso ha de llevar pedestal. La grifería será de mango alargado, para facilitar su manejo. Si se instala un grifo automático, que se active mediante infrarrojos, hará más accesible su uso.
Los vestuarios aparte, a diferencia de los sanitarios
Mientras que los baños deben integrarse en los dirigidos a ambos sexos, los vestuarios han de situarse preferiblemente aparte, para lograr un espacio íntimo a la persona con discapacidad, y que pueda ser ayudada por un tercero que, en este caso, pueda tratarse de su cónyuge (como ocurre en la mayoría de los casos).
Aunque se utilicen con ayuda de un acompañante, deben cubrir las características de un lugar accesible:
– Asiento abatible, que no supere los 45 cm de altura.
– Dimensiones de 135 a 235 metros cuadrados.
– Cortinas o mamparas plegables, con una barra de soporte vertical, donde poder colocarse una teleducha.
La accesibilidad es muy importante. Debería tenerse en cuenta en cualquier lugar. Si quieres profundizar en el tema puedes consultar la ley vigente y además si te gustó este artículo, te invitamos a leer otro acerca de la domótica en el trabajo.
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